lunes, 23 de abril de 2012

Rápido, furioso y patológico.



Las novias patológicas jugamos con el riesgo. Pensamos que podemos torcer el brazo del destino y cambiar de rumbo con un volantazo; nos gusta creer que todas las calles son doble mano y nos van a llevar a donde queremos si tan solo las seguimos, aún cuando vemos a lo lejos (o, en casos extremos, a lo cerca) la pared de ladrillos con el cartel que reza "STOP".

Tenemos la vocación de muñeco de prueba de choque automovilístico, vivimos por y para estrellarnos una y otra vez con distintas paredes, y a veces la misma, para después volver a pie por donde vinimos, dejando la escena del desastre repitiéndonos que todas las paredes son iguales (en el mejor de los casos salimos caminando; pero lo que realmente pasa es que nos saca arrastrando alguien con bata).
No lo vamos a negar, todas las paredes de ladrillo están hechas con los mismos materiales, pero ninguna es un calco de la otra. Todas tienen su buena cantidad de agujeros de distintos tamaños, en diferentes lugares, rajaduras de diversa profundidad, a la vista o por dentro, donde nadie puede darse cuenta que al apoyarse, dicha pared puede caerse abajo con todo y muñeco de choque incluído.
Tampoco vamos a hacernos los conejitos inocentes: algunas de esas rajaduras vienen de nuestro parachoques. Todos dejamos nuestra marca en un par de paredes maltrechas.
Manejamos a alta velocidad por calles barriales, probando hasta dónde podemos llegar sin atravesar el parabrisas. Cortamos nuestros propios frenos para que la emoción no se vea interrumpida, a plena conciencia de las consecuencias que nos esperan a la vuelta de la esquina.
Chocamos. Y lo volvemos a hacer, una y otra vez ¿Por qué? Por ese cosquilleo especial en el estómago que solo la velocidad y el amor pueden brindar, esa adrenalina que hace que nos hierva la sangre de placer, las endorfinas que se liberan y nos elevan en puro éxtasis. Me cago en el cinturón de seguridad y la bolsita de aire. De hecho, me cago en el auto y la pared, creo que mejor me subo a una montaña rusa, hace lo mismo y al final no me estampo contra nada.




Gracias por manejar por esta calle, recuerden arrojar sus ideas a mi puerta, siempre son bien recibidas. Y si, esas cosas por todo mi patio delantero son pedazos de pared recientemente sacudidos. ¡Salud!



2 comentarios:

  1. Jaja flaca dejame decirte que sos lo más! Muero con cada una de tus entradas, tan gráfico y cierto que ya asusta. Te mando un beso grande y me declaro una novia patológica más. No sé si reirme o llorar!!

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    1. Jajaja ¡Gracias Ambar! Tus comentarios siempre me hacen lagrimear un toque de ternura. Se me hace difícil no escribir estas cosas cuando tengo tanto boludo sobrevolando, así que tengo material para rato. Si tenés que elegir: ¡Llorá de risa!

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