jueves, 24 de diciembre de 2015

Patológica Navidad





  
  Cuando era chica y se acercaban las fiestas, me encantaba salir a pasear y mirar las vidrieras de los negocios decoradas con regalos preciosamente envueltos, e imaginar qué podían tener adentro. Las posibilidades eran ilimitadas en mi cabeza – penosamente limitadas en mi bolsillo. ¿Una muñeca? ¿Un rompecabezas de ochocientas millones de piezas? ¿Un metabolismo que me mantenga flaca para siempre? La idea era sumamente poética en esa época, pero no tan virtuosa en mi vida adulta cuando apliqué la misma fórmula con mis parejas.