jueves, 12 de abril de 2012

Demasiado malo para ser mentira.

El humano es curioso y sospecha, investiga, prueba y absorbe el conocimiento resultante para aplicarlo luego en otras cosas por el resto de su vida. La naturaleza nos lleva a hacer muchas preguntas y buscar sin cesar una respuesta que nos satisfaga.
Por eso, cuando algo aparenta ser enteramente bueno, desconfiamos. Decimos "es demasiado bueno para ser verdad", y comenzamos una excavación en busca de la momia maldita.

Cuando algo encaja a la perfección con lo que esperamos, cuando nos dicen todo eso que queremos escuchar y viene en un envase que nos cuesta descartar, las posibilidades de que todo eso venga gratis equivale a las posibilidades de sacarse la lotería (y de ahí la mágica frase "me saqué la lotería", en referencia a cualquier triunfo no monetario).
Mientras deambulamos por los túneles de nuestra excavación, tenemos que asegurarnos de estar bien equipados: iluminación en grandes cantidades (por que mientras más avanzamos por el túnel, más oscuro se pone, y más ganas tenemos de soltar la linterna y dejarnos tragar por la tentadora penumbra), al igual que comida y bebida (hay grandes posibilidades de perderse; si vamos a sufrir, al menos que no sea con el estómago vacío y la boca seca), y si es posible, una soga atada a nuestra cintura para encontrar el camino de vuelta (la soga no es un item fácil de conseguir, hay que tener los ojos bien abiertos, pero está ahí, esperando en su cofrecito).
Una vez que se llega al fondo del asunto, es hora de levantar la tapa del sarcófago y  ver si se trataba del faraón o solo un montón de tierra. Si efectivamente era demasiado tierra para ser faraón, abandonen la tumba antes de que se les meta en los ojos y los haga llorar. Si era demasiado bueno por fuera para ser verdad, entonces era demasiado malo por dentro para ser mentira. Yo les avisé.






Se agradece la lectura, vuelvan pronto y compartan sus aventuras de excavación de alto riesgo, serán bienvenidas.



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