miércoles, 21 de agosto de 2013

Cómo armar un emparedado (sin indigestarse en el intento)


Nadie nace sabiendo. Hay un proceso en el ciclo de la ruptura de pareja, de la maduración emocional, que por más esfuerzo que hagamos en evitar, y saltar de un punto al otro, no se le puede escapar. Es como tratar de subir por escalera mecánica que va hacia abajo: uno no se mueve ni para abajo ni para arriba, siempre va a quedar en el mismo lugar.
Al principio, cuando somos bananas verdes en el árbol, lejos de poder ser consumidas sin indigestar al otro, dejamos que un solo aspecto de nuestra vida (en este caso, el romántico) desplome el resto de nuestra pirámide alimenticia. Estamos tan consumidos en el dolor que descuidamos todos los otros aspectos, impidiendo y/o boicoteando su desarrollo.

Si lo pensamos desde otro punto (o más bien, el mismo punto gastronómico que me gusta retomar regularmente), el proceso de superación de la mala experiencia o dolor por una ruptura es tan importante como armar un buen sanguche. Si, un sanguche, sándwich, emparedado o el nombre que más les guste.
Tomamos los ingredientes que nos gustaría que formen parte de esta aventura alimenticia y los ponemos entre dos panes con las cualidades elegidas. Como queremos saltar procesos, obviamos la existencia de las fechas de vencimiento de los componentes, completamente irreflexivos de los efectos que esta imprudencia puede causar. Entonces vamos armando un alimento a ciegas con el contenido dudoso del refrigerador, y al terminarlo nos lo llevamos a la boca sin mirar, convencidos de que todo está bien.
Las papilas gustativas entran en acción, comprobando el carácter de cada componente, poniéndoles un tilde imaginario a cada uno de los que aprueban el control de calidad:
-Pan superior: bien.
-Lechuga: bien.
-Tomate: bien.
-Mayonesa: bien.
-Queso: bien
-Embutido a elección: rancio, con un dejo de desatención y negación.

-Pan inferior: bien.
Momento. Algo no anda bien. Aquí tenemos que tomar una decisión. Si decidimos tragar este fino rejunte de podredumbre, nos exponemos a un malestar estomacal con posibilidades de chaparrones intestinales que nadie sabe cuánto puede durar, o podemos reconocer que guardamos demasiado tiempo en la heladera algo putrefacto, lo miramos a la cara, lo tiramos a la basura y nos abastecemos con productos frescos que no descompongan el resto de los alimentos.
No podemos dejar llenar de moho algo que con la debida atención puede ser un manjar. Y si no había jamón o salame en la heladera, no hay que desprestigiar el resto de los ingredientes: el sándwich tiene todo el potencial de ser delicioso como ganas tenemos de lograrlo.

Como de costumbre, esto me dio mucha hambre. Son siempre bien recibidas las historias, los comentarios y los emparedados. ¡Salud!

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