martes, 11 de septiembre de 2012

Lo tuyo es puro teatro patológico.

Si bien, como buenas novias patológicas, nos gusta ponernos en el lugar de la víctima y gritar "¿POR QUÉ ME HACÉS ESTO, DIOS?" a los cielos, la tierra y al señor que nos abre la puerta de salida de cada bar que visitamos (al taxista también si todavía tenemos las energías), no podemos mentir ni obviar el ciclo natural de los papeles que nos asigna este teatro que llamamos "relaciones". Cabe aclarar que esto no es tarea exclusiva del azar, nosotros elegimos en qué sombrero poner nuestro nombre y para qué obra presentarnos, pero una vez que lo hacemos estamos supeditados al personaje que nos toca. La obra se va escribiendo en el acto, siendo una suerte de improvisación, por lo tanto no sabemos a qué atenernos, hasta que acto tras acto los personajes se van definiendo y tomando una forma más fácilmente identificable para público y actores por igual.

Esta obra se mantiene a fuerza del deseo de los actores, por lo tanto su grado de compromiso es sumamente importante para el desarrollo de la historia. A veces nos toca el papel de la pobre doncella sufrida, que debe pasar por miles de obstáculos e injusticias hasta llegar al final, sea cual fuere el mismo. A veces, no nos gusta el guión y decidimos abandonar el escenario en pleno acto, sin importar la opinión del compañero y el público desconcertado.
Haciendo uso de nuestra abstracción, pensamos (o queremos pensar aún sabiendo en el fondo la verdad, o simplemente no nos interesa el resultado) que no hubo daño provocado por nuestra salida abrupta. Pero como salimos sin mirar atrás, no nos dimos cuenta de que el teatro se había derrumbado, prendido fuego y posteriormente pisado y defecado por un tiranosaurio rex. El camino hacia adelante se veía rodeado de flores y colores; el camino para atrás era Chernobyl.
El ciclo natural del teatro es que si en algún momento fuimos la víctima, en algún otro momento seremos el victimario, y viceversa. No podemos taparnos los ojos y los oídos ante la realidad, y acaparar el mismo rol, repitiendo una y otra vez la misma historia. No podemos seguir gritándole al portero que la vida es injusta y todo lo que hacemos es ser el tapete del otro cuando en algún momento nos limpiamos los zapatos embarrados en el corazón de alguien más, con o sin intención (aunque eso, como todo, tiene sus ramificaciones ¿Salió usted con el portero? ¿Le dio este razones para gritarle?). Por cada doncella sufriente, hay un pobre dragón afuera del castillo esperando que lo dejen entrar, siendo castigado emocionalmente por la misma insensible que espera a que otro cumpla ese papel. Y a cada dragón malévolo que devora vírgenes deshidratadas por el llanto, le llega el caballero en armadura radiante que ignora sus reptílicos avances amorosos y se va con una de las vírgenes en cuestión (o todas).
Nadie es 100% un solo papel. Si alguien dice lo contrario, ¡Qué suerte! ¿O qué desgracia? Quizás no escuchó al dragón llorando, o no prestó atención al puñal de utilería en su mano.



Los que no sabemos actuar, escribimos. Escribimos sobre lo mal que actuamos. No deje de visitar, regale un comentario y sea bienvenido a compartir su obra con los demás.


2 comentarios:

  1. a) Siento que me clausuraron todos los teatros de la ciudad. PERO JHA! estoy re cerca de ser la loca de los gatos (me estarían faltando los gatos)
    b) Te creo que existan dragones... ahora... en cuanto a las vírgenes tengo mis dudas
    c) La imagen del dragón llorando me estrujo un toque el alma
    d)Si siempre tuviésemos el mismo papel, sería todo muy aburrido y predecible, gloria a la diversidad de papeles.

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    1. Yo siento que estoy en un teatro de títeres. Si, que alguien tiene su mano en mi culo.
      Gloria a la diversidad, acuéstese con un dragón.

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